viernes, 5 de junio de 2020

Una fábula para reflexionar en estos tiempo de pandemia


El campesino que dejó de cultivar
Por Luis Giovanni Quiceno, del libro fábulas y confabulaciones



Érase una vez un campesino, que dejó de cultivar, y sólo de la canasta que daba el gobierno se empezó a alimentar, vendía toda la leche que producía y ni  para hacer un queso dejaba media cantina, al camión del mercado lo demás le compraba, pero ni para una ensalada, en su huerta se encontraba; y hasta la papita, los cubios, y la cebolla larga, de otro lado importaba.

Un día hubo una pandemia y todo empezó a escasear, y en aprietos alimentarios el se empezó a encontrar.

Cerca del humilde campesino vivía un buen vecino, que de todo sembraba, y en su huerta cultivaba los productos que lo sostenían. Allá llegó el amigo a pedir colaboración, porque el hambre y la necesidad ya llegaban a la desesperación. 
 
Claro vecino, le contestó el otro campesino: Hay acelgas, menta y brócoli; tomillo y coliflor, también le tengo yerbabuena, tallos, cubios, habas y el delicioso yacón; por allá en aquel lado puede encontrar cebolla larga, zanahoria, arveja, uchuva y granadilla; y por acá a la derecha toronjil y papa criolla roja, negra y también de la amarilla; y si necesita también hay mora, lenteja, tallos y caléndula; además del bendito chulco, el tomate cherry, habas, lenteja, y la rica granadilla; y por allá en aquel rincón tengo sembrado rábano, corneta y unos dientes de león.

De todo esto el campesino le ofreció su parte, porque campesino que se respete con los que necesita comparte.

Y así, el campesino que dejó de cultivar, además de regresar a su finca con frutas, hortalizas y yerbas para sembrar, volvió con la enseñanza de que para evitar situaciones precarias, lo mejor es asegurar la soberanía alimentaria.